lunes, 26 de marzo de 2012

OTRO RESCATE CON LA CIBER-CAÑA: EL SARTRE QUE PREFIERO

El Sartre que prefiero (Antonio J. Quesada)

Me siento incapaz de escribir algo objetivo sobre Jean Paul Sartre, pues a estas alturas de la película todo se ha dicho ya sobre él y todos han dicho ya sobre él. Por tanto, mientras siga en plenitud de facultades mentales (sinceramente, no sé cuánto tiempo más me durarán a este paso) jamás me metería en semejante embolado. Pero sí que estoy dispuesto a mirar subjetivamente a través de tan poliédrica figura, para decidir con qué me quedo, pues el personaje tiene demasiadas facetas interesantes como para disfrutarlas todas por igual. Por otra parte, dicho sea de paso, cada día valoro más lo subjetivo, conducirse sin ánimo de sentar cátedra en nada, así que miraremos subjetivamente a Sartre, y que los sabios nos perdonen.

Primera premisa de partida: admirar profundamente la obra Camus y de Malraux no me impide admirar también la de Sartre. No es incompatible todo esto, ni mucho menos. Menos mal que no les conocí personalmente y que yo no era conocido por ellos, pues teniendo en cuenta el ego natural de los literatos (para más inri, tres genios), seguramente me habrían obligado a elegir, como pasa en todos los mundillos literarios. No es el caso: a la vez puedo admirar el genio bribón y las contradicciones de Malraux, el compromiso bien entendido y la ética de Camus, y también celebrar al renacentista Sartre. Puedo deleitarme con los tres genios, allá ellos con sus líos propios. Posiblemente, si tuviera que elegir, me entendería mejor con Camus, me iría de juerga con Malraux y compartiría piso con Sartre. Pero como soy yo el que escribe estas líneas, por una vez en la vida puedo decir aquello de que "aquí mando yo", y no tengo por qué elegir nada en ningún sentido.

Segunda premisa: Sartre era un personaje renacentista. Hombre inteligente, autoridad filosófica, gran narrador, excelente dramaturgo y polemista polémico, todo en uno. También un genio insoportable y caprichoso, de acuerdo, pero esto no empaña todo lo anterior (a lo mejor, incluso lo acrecienta). Posiblemente, la última gran autoridad literaria francesa: su entierro en 1980 certificó el fin de una época (el epílogo foucaultiano fue un episodio menor). Montparnasse, divino fetiche funerario. Ya lo había dicho De Gaulle, cuando se negó a encarcelarle por los alborotos de "La cause du people": "no se puede encarcelar a Voltaire". Bravo, general, así se habla, no cargue con más responsabilidades de las necesarias (al fin y al cabo, ya cumplió con la Historia inventando la Francia Libre, sólo con una mesa y una silla, en Londres). La Iglesia católica incluyó en su Índice todos los libros de Sartre, pero éste era otro tema.

Tercera y última premisa: ¿qué Sartre prefiero, de todos los existentes, si es que tengo que elegir? Dediquemos a este tema nuestras líneas, a ver qué sale de ellas. Porque aquí sí quiero elegir. No todos los Sartres me llegaron por igual y hoy lo cuento, por si pudiera interesar a alguien (cosa que dudo con casi todas mis fuerzas).

Sartre era filósofo, ante todo y en todo momento. Su formación era filosófica y siempre fue un filósofo que hizo literatura, política o filosofía. Gracias a él asimilamos que el infierno eran los otros, que el hombre es una pasión inútil o que estamos condenados a ser libres, entre otras cosas. Sin embargo, el Sartre filósofo en sentido estricto, no se puede negar, es terriblemente complicado de entender. Obras como "El ser y la nada" o la "Crítica de la razón dialéctica" exigen una formación filosófica de gran envergadura para devorar sus párrafos con provecho. Ambas se cayeron de mis débiles manos a la primera tacada, no me quiero poner bien puesto. En este campo lo único que resulta legible para un lector medio es un texto de divulgación filosófica, "El existencialismo es un humanismo", aquella famosa conferencia que pronunciara y en la que divulgaba su filosofía para que llegara a círculos mayores que los de los filósofos al uso. Admirable: en este texto podemos hacer verdad aquello que dijera otro filósofo, Ortega y Gasset, de que la claridad era la cortesía del filósofo. Sartre era poco cortés, pero aquí se comportó.

Personalmente, como admirador de sus ideas, prefiero asimilarlas con azúcar, gracias al Sartre narrador. Éste sí me interesa más: el Sartre de "La náusea", de "El muro", de "Los caminos de la libertad", permite concluir que cuando uno es un genio, puede moverse en diferentes campos. Por cierto, de la trilogía de "Los caminos de la libertad", básica para entender la historia de Francia previa a la invasión hitleriana, me gustaría destacar cómo en "El aplazamiento", la segunda de las
obras, la compleja estructura nos traerá ecos de Dos Passos o, a los españoles, también del Cela colmenero (esta novela es frenética, desenfrenada, Hitler nos embarca a todos en una guerra y la estructura así nos lleva). Posiblemente haya que leer, después de la trilogía, "Los mandarines", de la Beauvoir, para cerrar el ciclo histórico francés, pero tampoco es imprescindible, no se preocupen. Gran narrador, Sartre: un buen filósofo que es capaz de difundir sus ideas mediante la narrativa no es moco de pavo. Se ganó por méritos propios el Nobel de Literatura en 1964 y lo
rechazó. Ese mismo año escribió una bella autobiografía, "Las palabras", demostrando que sabía no sólo dar sentido a las palabras, darles contenido, sino disfrutar también del continente.

Pero donde ese Sartre literato alcanzó sus mejores páginas, según mi discutible opinión, es con su teatro. Ahí llega Sartre a unos límites increíbles, ofreciendo admirables ejemplos de buen hacer literario, y frecuentemente sirviéndose de este vehículo para hacer más digerible el existencialismo a las masas o para permitir mirarnos como ciudadanos mayores de edad. Uno recuerda cosas como "A puerta cerrada", "Las manos sucias", "Las moscas", "La puta respetuosa", "Muertos sin sepultura", "Los secuestrados de Altona", "El Diablo y Dios", etc., y debiera hacer la ola, literariamente hablando. "A puerta cerrada" es posiblemente de sus obras dramáticas más filosóficas, y refleja el infierno, que en realidad eran los otros (que se lo digan a muchos estudiantes que comparten piso durante el curso: sin leer a Sartre ya lo habían asimilado hace mucho). Admirable: la columna periodística que mantuve en la prensa local malagueña hasta que la perdí llevaba el nombre genérico de "A puerta cerrada". Homenaje evidente a Sartre, además de ser la constatación de que para mí, el infierno, efectivamente, iban a ser los demás.

En "Las manos sucias" se ensucia él también, apuntando temas tan peliagudos y sugerentes como los criterios de oportunidad política, el intelectual y la política en general, el burgués y el partido obrero, el papel de la mujer en la lucha, los revolucionarios, el colaboracionismo, etc. Cuando se estrenó, montó la gran polémica, era inevitable: los comunistas se sintieron insultados por el burgués Sartre, y los reaccionarios veían la constatación de lo malos que eran los rojos, que hasta un rojo irreductible lo confesaba. Como siempre, cuando uno está en guerra todo sirve para embestir al de la trinchera de enfrente.

Sigue tratando la cuestión de la lucha contra el nazismo (o la responsabilidad por el mismo) en obras tan actuales como "Los secuestrados de Altona" o "Muertos sin sepultura"; juega con el anticomunismo de la época en "Nekrassov" o con el racismo norteamericano en "La puta respetuosa", pero tampoco descuida los temas clásicos, como se puede comprobar en "Las moscas", con Orestes y Electra dando tumbos por el escenario y plasmando inquietudes sobre la libertad y sus consecuencias (gran obra que provoca un orgasmo en los que siempre están mirando a la Grecia clásica).

En otros casos coge al toro existencial por los cuernos, y en "El Diablo y Dios" nos condena a la libertad y a la soledad, pues ni Dios ni el Diablo existen. Por tanto, tendremos que buscarnos las habichuelas metafísicas por nuestros propios medios.

En fin, Sartre poliédrico. Sartre polemista político, metiendo a veces la pata de modo descomunal (los genios lo hacen todo a lo grande). Sartre el prisionero de guerra de los nazis. Sartre el fundador de "Les Temps Modernes". Sartre, el compañero de viaje de los comunistas, pero casi siempre peleado con ellos ("Las manos sucias", Argelia, mayo de 1968). Sartre, el estudioso de Flaubert ("El idiota de la familia") o de las letras ("¿Qué es la literatura?"). Sartre, el mandarín
cultural, con la Beauvoir del brazo.

Sartre, el gran dramaturgo que nos regaló existencialismo y mucho más sobre las tablas de los teatros.

Sartre, ese genio.

18 comentarios:

  1. Yo no soy nada promiscua: me quedo con él.
    Ese sí que era un filósofo!Si uno se siente existencialista, sabe que todas las conclusiones a las que ha llegado por sí mismo ya las expresó el primero, de manera insuperable y llegando más lejos. Siempre será inspirador. Antonio, muchas gracias por recordarme que debo leerlo más aunque como con otros filósofos también haya tenido que dejarlo a la cuarta o quinta página de algunas de sus obras. Y nada más, sin que sirva de precedente esta vez no haré preguntas, señoria.;)
    Un abrazo, Susana.

    p.d. Respecto al blog anterior: sí que se ha estudiado la felicidad y la satisfacción científicamente. Otra cosa es que no nos parezca adecuado el método científico (en cuyo caso tampoco creeríamos en la medicina, por ejemplo)o que estemos hablando sin tenerlo en cuenta (lo que podría ser totalmente lícito). Pero es difícil de entender para mí que alguien afirme que no se puede medir la felicidad sin aclarar el punto de partida.

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  2. Sí que es cierto, querida Susana, aquí hay filosofía, y como gran creador tb. la refleja en su obra creativa, que es lo más asombroso. Se dice que "El ser y la nada" tuvo un gran éxito entre los tenderos franceses, pues pesaba exactamente un kilo y servía como referencia... No sé, yo no estoy preparado para esas sobredosis filosóficas, pero en su obra creativa encuentro eso y más, me gusta.
    por cierto... ¿sin preguntas? Acércate, qeu te pongo el ciber-termómetro, jejejeje
    ¡A ver si nos vemos! un abrazo

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  3. Sí, es la sobredosis de la que hablas. Me produce tanto respeto que no digo nada. Sarte debe ser el único hombre que me consigue que me calle.¡¡¡ Y mira que eso es dificil!!! :)
    Lo siento, escribe acerca de otro.
    Un abrazo mientras tanto,
    Susana.

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  4. ¡Vaya! Pondré a rodar mi pobre mente, a ver qué da de sí.
    un abrazo, mujer silenciosa...

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  5. Jejeje, Antonio creo que después de Malraux debías haber permitido que nos relajásemos un poco antes de meternos en otro de los grandes, dosifica o moriremos.

    En cuanto a lo de la felicidad, Susana, no se puede demostrar científicamente si la persona ha fallecido, por lo tanto, solamente se puede presumir por sus actos, y a eso me refería con el decálogo. Espero haberlo aclarado.

    Saludos.
    Fco. Zaragoza.

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  6. jejeje, gracias, Francisco, por tu mensaje, tomaré nota, pues vamos a acabar con respiración asistida, jejeje. Habrá que dejar de apretar el acelerador, pues si no arderemos todos en el fuego eterno generado por nosotros mismos, jeje
    un abrazo, Francisco

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  7. Antonio, seguramente yo también debería callarme, pero diré solo unas palabritas…
    El gran valor que tiene para mí Sartre lo centro en su defensa de la libertad del ser humano. Comprometido políticamente, se alejó de la figura del intelectual en su torre de marfil, sufrió una guerra, lo que le tuvo que influir en su pasión por la defensa de la dignidad humana.
    Además del análisis de la existencia y de los “otros”, los seres humanos somos "seres para sí" pero también somos "seres para otros", el otro me coarta, "el infierno son los otros" el otro, al mirarme, me "cosifica", me convierte en cosa, en objeto y yo soy un sujeto, me mira (como miramos a las cosas. y lo primero que ve es mi cuerpo que es una cosa. pero yo soy algo más que mi cuerpo). La mirada del otro me denigra, sólo tengo vergüenza si hay un otro mirándome. Por eso luchamos por someter antes que ser sometidos y tendemos a negar la libertad de los otros. Somos verdugos de los otros. Al final me lío.
    Me quedo con la idea (por dura que pueda ser y, para algunos, ingenua) del gran valor de la libertad humana, somos libres, no estamos determinados, no será demostrable quizá y puede que esa libertad sea una ilusión, pero si no creemos que somos libres, la responsabilidad y la moralidad se nos cae abajo y nosotros pasaríamos a ser ¿qué?.

    Un abrazo,
    Mamen.

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  8. Estamos condenados a ser libres, querida Mamen, el hombre se hace de esa manera, eso provoca que el existencialismo no sea pesimista, no puede serlo.
    Eso sí, carga sobre nuestros hombros una gran responsabilidad, sobre todo si es existencialismo ateo...
    Pero nadie dijo que fuera fácil, ¿verdad?
    GRACIAS, querida Mamen, por pasarte y por tu mensaje, un abrazo

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  9. Mucha gente relaciona existencialismo con tristeza, pena, angustia. Esto se debe, en su origen, al análisis que, efectivamente hace de la existencia. El hombre siente la experiencia de la náusea cuando es consciente de que la existencia humana es algo contingente, algo que es pero podía no haber sido. Algo que existe pero que no depende de nada absolutamente necesario. No existe,no hay un "ser necesario" que justifique la existencia. No hay, por ejemplo, un dios. Esto es lo que en nuestra tradición se nos ha inculcado. La experiencia de la angustia al darnos cuenta de que no existe un SENTIDO de la vida. Cómo vivir tu vida si ésta no tiene un sentido, si no tiene un fin, un para qué establecido y por el que vivir? esta es una de las experiencias más terribles que, si no es superada, lleva al absurdo y, por tanto, puede conducirnos incluso a un desenlace fatal. Para superarlo el hombre se ve solo ante el mundo. Es él quien tendrá que tomar las riendas de su vida porque ésta es suya y sólo suya. Quién está preparado para enfrentarse a su propia libertad? quién no tiene miedo a ser libre? desde luego no la mayoría. Somos absolutamente libres y responsables de lo que hacemos, de quienes somos. Esta idea da vértigo. No hay excusas, eso es lo que Sartre denomina mala fe. Si voy a la guerra, voy porque quiero. Podría, incluso, suicidarme o desertar con todo lo que conlleva. Albert Camus decía que lo que demuestra que somos libres es que siempre podemos decidir, aunque sea el suicidio.

    Un abrazo, GRACIAS siempre a ti.

    Mamen.

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  10. ¡Qué sugerente, querida Mamen, tu mensaje! Voy corriendo, pero no puedo evitar detenerme un poco... La lucidez suele ser difícil de soportar, y con el deseo de trascendencia que todos llevamos dentro, convencernos de que no hay más allá (ya sé que hay un existencialismo cristiano, ya sé...) y de que soy lo que haga de mí es duro. Soy responsable de mí mismo, con lo fácil que es echarle la culpa de algo a un partido político, a las circunstancias, o a un Dios (¿han reflexionado sobre el modus operandi del milagro cristiano? eso tiene nombre en el Código penal, si se realizara en la tierra, y no en los cielos...).
    Es diífcil tomar las riendas de algo, asume uno la responsabilidad, cuando lo fácil es que eso lo asuma otro.
    GRACIAS, Mamen, siempre, por tu compañía

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  11. Gracias por tu visita y por tus palabras.
    Encantado de conocerte.
    Saludos

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  12. Igualmente, Juanjo, espero pasar por tu blog, me ha gustado bastante, y veo que somos, ambos de Málaga,
    ¡bienvenido!

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  13. Muy buena la reflexión de Mamen. Hay que ser muy fuerte para no acabar sucumbiendo ante un Dios aunque sea con el fin de justificarnos.
    Un saludo.

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  14. No podemos vivir en sociedad y pretender esa libertad, para ello deberíamos aislarnos. El existencialismo como teoría puede ser, pero no como practica, demasiados factores externos.
    Saludos.
    Fco. Zaragoza.

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  15. No creo que siempre podamos decidir, no comparto la idea de esa libertad absoluta.
    Umberto.

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  16. Gracias, amigos, por vuestros mensajes. A lo mejor tenemos que pasar el existencialismo por el tamiz orteguiano del yo y sus circunstancias... A mí me parece como el horizonte, un ideal al que aspirar y acercarse, una guía, que hay que intentar plasmar. La duda, según planteáis, es... ¿será posible? Puede que sí lo sea, sólo que lo que uno decida hacer, en ocasiones, no sea exactamente lo que desearía, pero actúa movido por otros factores. En cualquier caso, no deja de ser una elección...
    un abrazo, GRACIAS por estar por aquí

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  17. Pues yo sigo defendiendo esa libertad, pienso que es una actitud infantil y algo cobarde refugiarse en dioses, ideologías fundamentalistas o cualquier otra doctrina o modo de evasión (incluso modernas como autoayudas, espíritus positivos, seudociencias, etc, versiones modernas del pensamiento mágico que niega la belleza y dureza de la vida que tenemos). Me sigo quedando con el gran valor de la libertad humana, somos lo que elijamos ser, lo que proyectemos, puede que no sea demostrable como ya dije (sobre todo tras los últimos conocimientos genéticos y neurocientíficos que nos hablan de nuestra parte irracional -esa gran desconocida e infravalorada- y de su influencia en nuestro comportamiento, como lo de que esa mencionada parte toma decisiones segundos antes de que seamos conscientes), aún así, me quedo con esa ilusión. “La existencia precede a nuestra esencia”. Pero como muy bien dice Antonio, no deja de ser una elección…

    Un abrazo,
    Mamen.

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  18. Las hay más fáciles, las hay más difíciles, algunas nos ponen contra las cuerdas, pero en último término somos lo que hicimos de nosotros, con permiso de las circunstancias, o en ese escenario de las circunstancias. Lo que hay que pelear es poder elegir del modo más acorde con nuestro modo de ser y de estar, supongo,
    un abrazo, GRACIAS, Mamen y tod@s, por pensar junt@s.

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