sábado, 28 de febrero de 2015

LA HABITACIÓN 346 NO INCLUÍA EL DESAYUNO


¿Habrá que justificar a día de hoy que Cesare Pavese es un creador sugerente? Malos tiempos, cuando hay que justificar lo obvio. Nada, no pierdo el tiempo en eso.
Por algún sitio, más o menos ubicable, tengo sus poesías completas, publicadas en castellano por Visor, y bastantes de sus textos narrativos (alguno llevado al cine por el genio de la incomunicación, Michelangelo Antonioni), así como sus diarios, que releo menos de lo que debiera, "Il mestiere di vivere". Me es muy afín en muchas cuestiones, comenzando por los mares del sur y terminando por cualquier otra esquina de su obra, posiblemente la que sea.
Cuando fallan todas esas mentiras que nos metemos en vena cada mañana para llegar al día siguiente más o menos en condiciones (amistades, amores, parentescos, religiones, ideologías, toda esa cacharrería del alma que nos engaña asegurando que no estamos solos), hay quien escoge el suicidio, quizás en un arrebato de lucidez (al fin y al cabo, ya el gran Camus nos enseñó en "Le Mythe de Sisyphe" que "no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio"). Aunque para ser así de cobarde haya que ser arrojadamente valiente, no cabe duda.
Pavese se suicidó en la habitación número 346 del Hotel Roma, de Torino, cuando comprobó que ninguna de las mentiras del día a día le sentaba, ya, como un buen traje. Creo que incluso han hecho negocio en el gremio de la hostelería con el tema (se hace negocio con todo; ahí sí hay verdaderos principios: http://www.ilgiornale.it/…/l-ultima-camera-pavese-60-euro-n…). Los hoteles próximos a una estación de autobuses o de trenes siempre tienen como un peligro añadido: los próximos a un aeropuerto son como más asépticos, más pasteurizados.
Hoy quiero recordar a Pavese con un descarnado verso de Juan Luis Panero, el Panero que va ganando peso en mi educación sentimental (los Panero, casi tantos como los hermanos Karamazov, aunque más creativos, dónde va a parar). Lo extraigo de "Los trucos de la muerte", y gracias a él compruebo que aquello del "bed and breakfast" posiblemente no funcionara todavía en aquella Italia del neorrealismo, aquel país en blanco y negro en el que Roma había sido ciudad abierta no hacía tanto, los ladrones se especializaban en bicicletas, Cristo se detenía en Éboli, la tierra temblaba, los milagros se producían en Milán o los limpiabotas iban y venían por calles llenas de miseria material y, ante todo, humana.
Y en eso, Pavese se suicidaba.

A la mañana siguiente Cesare Pavese no pidió el desayuno

Solo bajó del tren,
atravesó solo la ciudad desierta,
solo entró en el hotel vacío,
abrió su solitaria habitación
y escuchó con asombro el silencio.
Dicen que descolgó el teléfono
para llamar a alguien,
pero es falso, completamente falso.
No había nadie a quien llamar,
nadie vivía en la ciudad, nadie en el mundo.
Bebió el vaso, las pequeñas pastillas,
y esperó la llegada del sueño.
Con cierto miedo a su valor
-por vez primera había afirmado su existencia-
tal vez curioso, con cansado gesto,
sintió el peso de sus párpados caer.
Horas después -una extraña sonrisa dibujaba sus labios-
se anunció a sí mismo, tercamente,
la única certidumbre que al fin había adquirido:
jamás volvería a dormir solo en un cuarto de hotel.

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miércoles, 25 de febrero de 2015

MARIO BENEDETTI, ESE COMPAÑERO DISCRETO

Si tuviese que agradecer a Mario Benedetti (MB) todo lo que le debo, desde el punto de vista creativo y de mi educación sentimental... no sabría por dónde empezar. Mario Benedetti es como un compañero de viaje tranquilo, culto pero colega, que sabe crear ese clima intelectual adecuado que cada día agradezco más. Alejado de los egos revueltos de otros (gracias, Juan Cruz, por la expresión), sus poemarios, sus libros de relatos, sus novelas y sus obritas de teatro me han acompañado siempre, aunque no siempre sean bien mirados por todos (por su aparente sencillez o "dificultosa sencillez", como me gusta llamarla; por sus ideas, etc.).
Comencé a divulgar mis poemillas tras apuntarme a una lista de distribución de admiradores de MB de este lado del mar y de aquel lado, y conservo algunas amigas de aquellos tiempos, todo un lujo.
De MB me atrae, como digo, su modo de ser y de estar, ya desde "Sólo mientras tanto". ¿Se puede uno quedar igual cuando lee, en el primero de los poemas de este primer libro, "Ésta es mi casa / aquí sucedo, aquí / me engaño inmensamente"? Imposible.
Hoy quiero recordarle por uno de sus libros iniciales, "Poemas de la oficina" (conectado íntimamente con"Montevideanos" o "La tregua", en narrativa). El tono de pequeñez existencial que se desprende me es especialmente afín, por eso quiero releerlo. Recuerdo, a modo de ejemplo, su poema "El nuevo". Feliz día, amig@s. 


EL NUEVO

Viene contento
el nuevo
la sonrisa juntándole los labios
el lápizfaber virgen y agresivo
el duro traje azul
de los domingos
Decente
un muchachito.
Cada vez que se sienta
piensa en las rodilleras
murmura sí señor
se olvida
de sí mismo.
Agacha la cabeza
escribe sin borrones
escribe escribe
hasta
las siete menos cinco.
Sólo entonces
suspira
y es un lindo suspiro
de modorra feliz
de cansancio tranquilo.
Claro
uno ya lo sabe
se agacha demasiado
dentro de veinte años
quizá
de veinticinco
no podrá enderezarse
ni será
el mismo
tendrá unos pantalones
mugrientos y cilíndricos
y un dolor en la espalda
siempre en su sitio.
No dirá
sí señor
dirá viejo podrido
rezará palabrotas
despacito
y dos veces al año
pensará
convencido
sin creer su nostalgia
ni culpar al destino
que todo
todo ha sido
demasiado
sencillo.

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sábado, 21 de febrero de 2015

ORIOL REGÀS Y DE CUANDO LA "GAUCHE DIVINE" NOS CIVILIZÓ Y CONVIRTIÓ EN DIVINOS, AUNQUE FUESE UN POCO

Saldo en estos días una vieja deuda que tenía con la "gauche divine", como es leer el libro de Memorias de Oriol Regàs ("Señor Bocaccio"), titulado "Los años divinos". Los que disfrutamos eternamente de las cosas de Barral, de Gil de Biedma, de los Goytisolo, de Joan de Sagarra, de Miserachs, de los Moix, de Castellet, de Colita, de los Regàs, etc., o de los adláteres como Marsé o Vázquez Montalbán, entre otros, sabemos a ciencia cierta lo que fue e implicó la "gauche divine" en todas sus facetas (narrativa, poesía, cine, fotografía, cómic; cultura en general). Incluso hemos sistematizado todo ello con el excelente estudio de conjunto de Alberto Villamandos, "El discreto encanto de la subversión" (Laetoli, 2011), además de visitar imaginariamente Bocaccio, Up & Down y algún que otro sótano "más negro que mi reputación -y ya es decir-" en tantas ocasiones.
La "gauche divine" nos enseñó que la cultura puede ser divertida, que la cultura puede ser sexy, incluso, y que había otros caminos para salir de la grisura del día a día en esta triste piel de toro triste. Evidentemente, se enmarcó en Barcelona, no podía ser en otra parte en aquellos tiempos, tiempos en los que los bikinis de las suecas (suecas de Suecia, suecas de Francia, suecas de Alemania, suecas de Dinamarca: de los Pirineos para arriba, todas suecas) harían más por la democracia en este país que los planes de desarrollo del Opus Dei (las cosas de López Rodó, ese Richelieu que se agenció Franco alguna vez).
Oriol Regàs fue un gran animador cultural, además de todo un personaje, con ese aire afrancesado de persona civilizada que en este país tienen casi exclusivamente los catalanes (bueno, esto también está cambiando, como casi todo, aunque sigue habiendo mucho de eso todavía, con diferencia). Oriol falleció en 2011, un año después de la publicación de sus memorias, y yo comienzo a disfrutar del texto en estos días. Es como devolverle a la vida. Bon dia, amic, i gràcies per tot.

jueves, 19 de febrero de 2015

COHERENCIAS...

Coherencias


Según aseguran los que saben

Cristo no era totalmente cristiano,

Kafka siempre luchó por no ser kafkiano,

Fellini fue poco felliniano en algunas facetas de su vida,

Marx no terminaba de ser marxista

y

Pasolini fue vencido por lo pasoliniano.

¿Y



me exiges

que

sea

coherente

las veinticuatro horas del día?


http://www.sur-revista-de-literatura.com/Creaciones04/CoherenciasAJQ.pdf


domingo, 15 de febrero de 2015

HUMPHREY BOGART COMO EXCUSA

Humphrey Bogart es como un Camus, pero imperfecto. Humphrey Bogart es como un Camus que baja desde el mundo de las ideas al mundo de la realidad más inmediata, a tratar con maleantes, hembras bellas y gentes grises. Pero, no nos engañemos, carga sobre sus cansadas espaldas todo eso que la vida le enseñó hasta ayer por la tarde. Por eso nos mira con esa cara de estar de vuelta, de saber a ciencia cierta que esto es un infierno, como pensando "no te queda nada por ver todavía, amigo". Lúcido. Aunque la lucidez desgasta a la larga.
Consciente de que una copa y un cigarro nunca te fallarán en tu camino por esta leonera, a diferencia de todo lo demás: no te reprocharán nada, no te traicionarán ni te afearán conducta alguna, siempre estarán incondicionalmente a tu lado... Yo añadiría un libro a estos amigos incondicionales, pero yo soy yo. ¿Que matan poco a poco, estos amigos de Bogart? Bueno, supongo que no hay prisa... Y tampoco es la única manera de suicidarse, la gente se suicida de muy diversas maneras: casándose, triunfando, fracasando, teniendo hijos, frustrándose por no tenerlos, marchando a vivir al campo, quedándose en la gran ciudad, qué sé yo. Cada uno se mata como quiere, puede o le dejan.
Bogart siempre va un paso por delante en esta farsa de la vida, y puede que por eso muera pronto: nos enseñó el gran Umbral que todo lo que no sirve para nada dura cien años, como decía él de Pepín Bello, y Bogart, cansado de todo, se dejará morir de muerte natural cuando encarte. Mi admirado Sabina aseguraba que debíamos condenar toda muerte, incluso la muerte natural, y es posible (Sabina es uno de esos personajes lúcidos que luego generan polémica: la lucidez unida a la falta de diplomacia conduce al conflicto casi inevitablemente, sobre todo en este país). Por otra parte, hay quien alaba el buen gusto de no llegar a viejo: Gabriel Ferrater, por ejemplo, siempre aseguró que no cumpliría cincuenta años y, efectivamente, se fue antes por su propia mano; no sé si traducir "El proceso" al catalán pudo influir. Seguramente, no.
En fin, que hoy vengo con Bogart debajo del brazo, lúcido y en blanco y negro (que es como venir dos veces lúcido). Por cierto... Bogart nunca me ha fallado.
Feliz domingo o lo que sea hoy.



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viernes, 13 de febrero de 2015

DE PASO


Hay quien se cree imprescindible. Sucede a bastantes, según me sugiere mi experiencia. Allá ellos. Esto va de otra manera, por lo menos en mi caso. Yo me considero un compañero de viaje. Un simple compañero de viaje que intenta hacer agradable ese viaje mientras dure, por qué no, pero no soy la última naranjada del desierto, no. Ni lo pretendo.
Y, como en el Romance del Conde Arnaldos, y cada día más, "no digo mi canción sino a quien conmigo va". Hoy incluyo aquí un poema que se publicará en un pliego (que intuyo bellísimo, sé lo que me digo), para un acto que supone para mí un honor y del que informaré cuando corresponda. Simplemente para resaltar una idea que me inspira en todo en la vida: yo estoy aquí de paso.
Feliz fin de semana, amigos.

Cuando yo me vaya

Yo ya me habré ido.
Pero
cuando yo me vaya
llegará otro
o
llegarán otros,
posiblemente mejor
o posiblemente mejores
que ocupará
u ocuparán
mi antiguo lugar.
Cuando yo no esté
seguirá siendo precioso
pasear bajo la lluvia.
Cuando yo me vaya
Beethoven seguirá siendo
el gran maestro sordo.
Cuando yo no esté
ningún cine guardará luto por mí,
el sol saldrá religiosamente cada mañana
y tú sonreirás a ese alguien
como antes me sonreías a mí.
Cuando yo me vaya
el reloj seguirá en marcha,
las estaciones se sucederán
como hasta ahora,
en las fiestas tú tomarás
una copa de menos,
como hacías conmigo,
y tu gata se paseará
por las camisas de él,
como durante tanto tiempo
hizo con las mías.
Cuando yo no esté
nadie llevará el alma
a media asta
por mí.

miércoles, 11 de febrero de 2015

POESÍA

Cuando uno es joven se plantea preguntas, excesivas preguntas, sobre casi todo, pero conforme pasa el tiempo lo que suele dar miedo es intuir las respuestas. Quizás por eso uno se interroga menos, o con menos intensidad: por miedo a tener que respondernos a nosotros mismos (los jueces más implacables). No lo sé, tengo que meditarlo. Ya veremos si lo medito...
En mi primera imprudencia publicada, mi primer libro de poemas (tomo el guante que lanzó mi admirado Juan Manuel Villalba el otro día, en su excelente recital en El pimpi y no hablaré de poemario), comencé el texto con la primera en la frente, planteándome por el sentido de la poesía (¿se puede ser más atrevido? Menos mal que el paso del tiempo no sólo sirve para que suba el colesterol malo, y nos sosiega). No suelo extraer poemas de ese primer libro, me da más rubor de lo normal, pero... hoy haré una excepción. Porque a lo mejor viene bien repensar sobre esa bella inutilidad que nos da la vida a unos cuantos locos. Platón sabía bien lo que decía sobre los poetas...
 
 
¿Para qué sirve la poesía?
 
¿Para qué sirve la poesía?
Me encanta recibir esta pregunta
de labios de algún ejecutivo
que compra y vende acciones, empresas, personas
y otras muchas cosas.
Me encanta, porque así
puedo contestarle,
con mi mejor sonrisa,
que yo la necesito para vivir,
pero, afortunadamente,
a él no le servirá para nada.

domingo, 8 de febrero de 2015

TOUJOURS AVEC JORGE SEMPRÚN

Ayer volvía a ver el documental "Semprún sin Semprún", el excelente trabajo de Yolanda Villaluenga (http://www.rtve.es/…/20131…/semprun-sin-semprun/824660.shtml), y volvía a recordar al gran Jorge Semprún. He dicho por alguna parte que el último político que me interesó fue André Malraux, pero no es del todo exacto: después vino el Malraux español, Jorge Semprún.
En el documental se incide en algo que siempre me fascinó de Semprún: la cantidad de personalidades que, por cuestiones de necesidad, asumió, y cómo sus círculos más cercanos, de cada una de ellas, podían permanecer al margen de los otros círculos cercanos. Su familia no tenía por qué conocer a sus correligionarios políticos de cada momento, ni a sus amigos del mundo literario, del cine o de donde fuera. Ni éstos a los otros, podían ser compartimentos casi estancos.
Mi admirado Umbral ("Pacumbral") le definió como un "mal guionista francés", pero no es exacto (Umbral es un genio, también cuando es injusto). Semprún siempre me pareció un seductor increíblemente diligente, un afrancesado que, como tal, era demasiado educado para ser español, esa península asilvestrada de la que se suelen salvar históricamente algunos catalanes. Un país de algarrobos, de curas con trabuco y de iluminados de todo tipo que, como en el cuadro de Goya, se dan golpes hasta ver quién cae antes (Goya y Luis García Berlanga, los mejores intérpretes del alma de esta triste piel de toro triste). ¡Ay, la dignidad de los afrancesados, en este país de corridas de toros a las cinco de la tarde!
Semprún, ese escritor que nos ofreció un testimonio esencial de los campos de extermino y de la lucha contra la dictadura, y también de la lucha contra el pensamiento único comunista ("tranquilo, Jorge, que no mataste a Trotski", le comentaba mi admirado Vázquez Montalbán en alguna ocasión).
Releo con mucho interés a Semprún, "El largo viaje", "La escritura o la vida" (me recuerda también a mio caro Primo Levi, menos poliédrico que Semprún pero con un testimonio no menos potente en Italia sobre estos temas), los libros de Federico Sánchez, incluso cosas muy finales. Siempre con mucho interés. La lectura de sus trabajos completa mi imagen inicial de él: estaba yo en el cole cuando Felipe González trajo de Francia a un señor con aspecto de francés y civilizado ("demasiado civilizado, este señor" pensé ya entonces: a cualquier edad podemos tener arrebatos de lucidez) como Ministro de Cultura, y empieza a pegarse con el aparato guerrista del PSOE, enfrascado en todo el lío del hermano de Guerra, la guerra de Irak y no sé qué otras guerras (suena mucho aquí la palabra guerra: posiblemente suena demasiado esa palabra en la vida de Semprún).
Salió escopetado y volvió a París, seguramente recordando aquellas palabras de Vilallonga en "Patrimonio Nacional", del gran Berlanga: "¿Sabéis lo que os digo? Que yo me voy a Francia, que me voy a nacionalizar francés y a vosotros que os den morcilla, que a este país no se puede venir ni para heredar". Sí.
Aunque nunca perdió su nacionalidad española, era un escritor en francés que podía pensar en alemán. Un europeo, esa palabra tan maravillosa al margen de troikas y tecnicismos economicistas.
Semprún. Imprescindible.

sábado, 7 de febrero de 2015

DÍAS ROJOS

"¿Conoce usted esos días en los que se ve todo de color rojo? (...) Los días rojos son terribles, de repente se tiene miedo y no se sabe por qué". Eso nos lo enseñaron una mañana, desayunando (o comiendo a la carta, pues allí no hay menú del día) en Tiffany, entre el gran Truman Capote ("Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio") y la maravillosa Audrey (Audrey, sin más, para los admiradores).
Hoy confieso una irracionalidad muy útil para mis días rojos: abrir un libro de fotografías, de los que traje de Italia alguna vez, dedicado a Pier Paolo Pasolini. Y mirar las imágenes, sin más. Me proporciona un inmenso confort intelectual saber que existió Pier Paolo Pasolini. ¿Es irracional, esto? Sí. Ante todo, es estético.
Y, dependiendo del grado de rojez del día, puede que relea aquellos versos extraídos del final de un poema de "Poesía en forma de rosa". Por cierto, los que recita Orson Welles en "La ricotta":


Yo soy una fuerza del pasado.
Sólo en la tradición está mi amor.
Vengo desde las ruinas, desde las iglesias,
los retablos de altar, desde los pueblos
abandonados sobre los Apeninos o los Prealpes
donde vivieron mis hermanos.
Doy vueltas por la Tuscolana como un loco,
por la Appia, como un perro sin amo.
O miro los crepúsculos, las mañanas
sobre Roma, sobre la Ciociaria, sobre el mundo,
como los primeros actos de la Poshistoria
a los que asisto, por un privilegio del registro civil,
desde el borde de alguna edad
sepultada. Monstruoso es nacer
de una mujer muerta.
Y yo, feto adulto, doy vueltas y revueltas,
más moderno que todos los modernos
buscando hermanos que ya no existen.


Y el día, háganme caso, se encauza.

martes, 3 de febrero de 2015

UN DIVERTIMENTO: JULIO CORTÁZAR Y LA... ¿LITERATURA ÚTIL?


Un divertimento: Julio Cortázar y la… ¿literatura útil?

 

Antonio J. Quesada


 

Como lletraferit doy la vida por una frase bien construida. Como esteta, además, si esa frase es verdadera o acertada todavía mejor, pero tampoco es imprescindible para que yo me sienta satisfecho (pues la frase es un fin en sí misma). Entre las boutades que tengo más a mano para pregonar por las esquinas está la de que la poesía (y la literatura creativa, en general, aunque sea todavía más inexacta) es una bella inutilidad. Sé lo que me digo: la literatura es un fin en sí mismo y da goce cultural, pero no sirve para nada práctico o rentable (salvo para una selecta minoría que no viene al caso). Afortunadamente. La creación no te da de comer, no te soluciona los problemas de trabajo, de familia o personales ni paga la hipoteca, sino que realmente es un bello opio que te ayuda a sobrellevar las miserias del día a día con placer. Un fin en sí mismo: leo un soneto sin pretender nada más allá de gozar con él (¡como si esto fuera poco!).

Sin embargo, en ocasiones, la literatura puede proporcionar alguna utilidad, en principio, inesperada. El gran Julio Cortázar nos lo ha demostrado con varios de sus libros, y a esto quiero dedicar mi frívola reflexión. Cortázar, ese niño grande, ese cronopio franco-argentino, ese inocente juguetón que nos regaló inmejorables relatos y excelentes textos narrativos y poéticos (¡ay, el Cortázar poeta, tan relativamente ninguneado!), también fue capaz de comprobar cómo algunos de sus textos fueron útiles, en el sentido más mercantilista o práctico de la expresión. Sorprendente. Y así lo ha confesado en bastantes entrevistas: la sorprendente utilidad de algunos de sus textos.

Selecciono varias andanzas que me han resultado curiosas, sabedor de que sobre Julio se ha escrito de todo y por todos y no esperan aprender nada de mí, sino simplemente que nos entretengamos con la excusa de Cortázar. Estoy tranquilo: tienen material para aprender, no necesitan este divertimento que escribo. Gocen, sin más, y no piensen en mañana, que mañana será, ya, otro día.

Inicio la anunciada selección. En primer lugar debo destacar la utilidad práctica inmediata que tuvo la mítica “Rayuela”[1]. A Cortázar siempre le llamó la atención la acogida tan favorable que tuvo “Rayuela” entre los jóvenes, algo sorprendente para él. Pero para una chica norteamericana fue más que importante este libro: “Rayuela” fue vital, en más de un sentido de la expresión. La protagonista de la anécdota era una joven que emborronaba papeles con poesía, y que escribió a Julio para contarle que el libro le había salvado la vida. A Julio, obviamente, le produjo vértigo la expresión, “porque es terrible sentirse responsable de la vida de los demás, ¿no?”. Resultaba que el amante de la joven poetisa, único hombre que había conocido, la había abandonado y se le cerró el mundo. Le amaba profundamente y, ante la perspectiva de vivir sin él, decidió suicidarse. No lo hizo en seguida porque necesitaba resolver esas cuatro cosillas que todo suicida debe dejar listas antes de marchar, como es imaginable (escribir a la madre, comprar pastillas, buscar el momento y lugar…). Fue a casa de una amiga y, sobre la mesa, encontró “Rayuela” en versión inglesa. Empezó a leerlo. Todo estaba preparado para el suicidio al día siguiente, pero esa noche empezó a leer y pasó toda la noche leyendo. Terminó el libro, e inmediatamente tiró las pastillas, pues comprobó que sus problemas no eran sólo suyos, sino los de bastante más gente. ¡No estaba sola! Y escribió a Julio para hacerle partícipe de que le había salvado la vida. Y de que, “a pesar de lo triste que estoy, pienso que tengo diecinueve años, que soy joven, que soy bonita –“es una carta muy ingenua”, añade Julio-, que me gusta bailar, que me gusta la poesía, que quiero escribir poesía, que ya he escrito para mí poemas y voy a tratar de vivir”. Julio le contestó: “mira me haces muy feliz al pensar que la casualidad ha hecho que yo haya podido ayudarte como un amigo, porque si a lo mejor hay mucha gente que piensa matarse y un amigo está allí y lo toma así, lo convence de que es una tontería”. La historia tiene un “happy end” evidente: “desde entonces, hace cuatro años de esto, nos escribimos; ella me escribe, me manda poemas y le va bien. Supongo que tiene otro amigo y que está viviendo muy bien”.

No podemos decir que “Rayuela” sea simplemente una bella inutilidad, una joya que sólo sirve de alimento del espíritu para sus lectores (por cierto, somos legión). Definitivamente, “Rayuela” ha servido para algo práctico.

No es el único texto de Cortázar que tuvo algún tipo de utilidad inmediata: repasar la vida y milagros de “Libro de Manuel” también nos depara sorpresas y curiosidades. Este libro, que no está a la altura del resto de la obra de Julio, no nace como un fin en sí mismo: el Cortázar más comprometido pretende fines muy terrenales. Es un libro escrito contra el reloj: “había el problema práctico de luchar y de colaborar, de luchar por el problema de los presos políticos y la tortura en la Argentina. O sea, que ese libro yo tenía que terminarlo en un momento dado”[2]. Esto provoca que deba acelerar el texto y que éste no sea exactamente el que hubiera podido escribir de haber gozado de la tranquilidad oportuna. La vida aprieta, y la Literatura se resiente, suele ser inevitable. “Tuve que hacerlo a toda velocidad y yo sé muy bien cuáles son las cosas que no están bien armadas (…) Tuve confianza en el lector intuitivo. Dije, “bueno, el lector se va a dar cuenta de las cosas”[3]. En otro momento de la entrevista con PICÓN GARFIELD confiesa que pensó que era el momento de escribir un libro que fuera útil políticamente hablando, “además de ser un libro literario (…) Entonces pensé que si yo era capaz de escribir ese libro, como soy eso que llaman un  “best seller” en toda América Latina, ese libro mío iba a ser leído por cientos de miles de personas en la Argentina. Entonces, por la vía de la literatura, mucha gente iba a enterarse de cosas que no conocía por la vía periodística. Ése es el aspecto práctico de mi intención. (…) La idea era escribir un libro que al mismo tiempo se pudiera leer como una novela, que no perdiera demasiada calidad de novela (…) Y estoy muy contento de haberlo hecho porque evidentemente el libro ha contribuido a la causa de los prisioneros políticos en la Argentina. Y sobre todo fuera de la Argentina, en países como México y Guatemala, donde lo que pasa en la Argentina es desconocido. Como en cambio a mí me leen, se van a enterar de las cosas a través del libro”[4]. Otro libro que sirvió para algo, en el sentido más pragmático posible. Además de estas dos utilidades tan descarnadas, algunos de sus textos sirvieron para hacer películas, pero prefiero no entrar en ese tema: en primer lugar porque mi buena amiga Ana Sedeño lo trata con el rigor que la caracteriza en un excelente trabajo de este mismo número de “Sur” y, en segundo lugar, porque como la utilidad de los textos queda en el campo de las bellas artes, aunque ahora en el cine, siguen siendo otro tipo de maravillosa inutilidad, más alimento para el espíritu. Más fin en sí mismos.

Concluyo aquí este divertimento certificando cómo el genial Julio Cortázar, más allá de la insuperable belleza inútil que proporciona su Literatura (para mí es imprescindible para vivir: sin “Casa tomada” yo no sería lo que soy, por ejemplo), consiguió ser útil, en el peor sentido de la palabra, con algunos de sus textos.
 
 

 




[1] Esta anécdota es descrita por Julio Cortázar en diversas entrevistas. Sigo la versión descrita en PICÓN GARFIELD, E.: “Cortázar por Cortázar”, Universidad Veracruzana, México, 1978, pp. 23-24.
[2] PICÓN GARFIELD, E.: “Cortázar por Cortázar”, cit., pp. 26-27.
[3] PICÓN GARFIELD, E.: “Cortázar por Cortázar”, cit., p. 27.
[4] PICÓN GARFIELD, E.: “Cortázar por Cortázar”, cit., pp. 54-55.

domingo, 1 de febrero de 2015

SEMPRE AMB VIC AL COR

La vida, que tanto nos maltrata en ocasiones (con razón o sin ella, y en este último caso duele más), a veces también nos proporciona regalos que hacen la cosa esta de (sobre)vivir más llevadera.
Como quien no quiere la cosa, aparecí alguna vez por Vic. Como quien tiene la cabeza en otros temas y, a la vez, aparece por allí. Y Vic se convirtió, ya, en parte indisoluble de mí. Inevitable.
Conocía poco de Vich, que era el nombre que había leído alguna vez por alguna parte: una ciudad muy religiosa, patria chica de Jaume Balmes y donde estaba el sepulcro de Sant Antoni M. Claret, en la que había excelentes butifarras y longanizas, con un templo romano muy coqueto y una Universidad muy activa.
Pero llegar a ella y convertirse en parte de mí fue todo uno. Tanto por el encanto de la ciudad como por lo que significaban para mí las periódicas escapadas a Vic (huida y disfrute cultural). Me fui empapando poco a poco de Vic, y ya nunca me abandonaría ese cariño: paseante eterno y voyeur del carrer, disfrutaba del mercat del dissabte cada sábado, donde encontrabas desde libros a setas (bolets), pasando por mil productos de todo tipo; frecuentaba la Llibreria Segona Ma Martina que, desde que la conocí, se convirtió en un refugio agradable (también lo eran la Llibreria La Tralla o Abacus, al otro lado de la vía del tren, en el campus universitario, aunque Martina pasó a ser entrañable); me hice soci de la Xarxa de Biblioteques de Catalunya, gracias a la Biblioteca Joan Triadú (en el carnet me convirtieron en "Quesado" y me hizo gracia el travestismo involuntario); aprendí a saborear botifarres i llonganisses que, regadas con un buen vino tinto, son un placer de dioses; la Plaça Major, considerada la más bella de Catalunya, y que según Pla era como muy italiana, me acogía no sé cuántas veces al día, y daba el bon día al Merma en cada ocasión; vaig començar a llegir en català (Josep Pla, Josep María Castellet, L'Avenç, diaris, etc.), però el meu nivell es encara molt dolent; el pa amb tomaquet me sabía, cada mañana, como en ningún otro sitio; el Seminari de Vic conjugaba la belleza de un college británico del XIX con las comodidades del siglo XXI; los paseos por las inolvidables Adoberies me proporcioban ruinas, soledad, humedad, gatos y un río cercano, en invierno congelado; era un delicia encontrarse con la catedral, que siempre me recordó a las iglesias sicilianas... ¡Tantos buenos momentos, en Vic! En fin, que durante estas escapadas a Osona sentí cómo enriquecía mi modo de ser, y eso era bueno: no sólo lograba huir del día a día, que no es poco (suele ser mi objetivo perenne, no siempre conseguido), sino aportar otra veta enriquecedora a mi personalidad. M'agrada.
En Vic escribí una serie de poemas, "Poemes de Vic",de la que se publicará una selección breve en la Revista Alga, del Grup de Poesia Alga, de Castelldefels. Incluyo uno de ellos, en el que se refleja mi condición de Fantasma de la Ópera vigatà, de paseante solitario que se empapa de todo lo que encuentra a su paso. Per tant, sempre amb Vic al cor.
Bon día a tothom. Buenos días a todos.


Estrany

La Biblioteca Joan Triadú,
ya,
no me regala más asilo
por hoy.
Bancos, fuera. Junto al jardín.
Leo
algo sobre Vázquez Montalbán
mientras los niños musulmanes,
en el césped,
sueñan con ser Iniesta o Xavi,
y sus madres,
tocadas con pañuelos de colores bastante diversos,
hablan en otra lengua también extraña para mí.
Cae la tarde
y
el estrany,
jo,
inventaría sus pasos
y reflexiona
sobre todo aquello que aparcó en su tierra
(¿su tierra? ¿Existe algo de su propiedad en alguna parte?).


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