sábado, 7 de febrero de 2015

DÍAS ROJOS

"¿Conoce usted esos días en los que se ve todo de color rojo? (...) Los días rojos son terribles, de repente se tiene miedo y no se sabe por qué". Eso nos lo enseñaron una mañana, desayunando (o comiendo a la carta, pues allí no hay menú del día) en Tiffany, entre el gran Truman Capote ("Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio") y la maravillosa Audrey (Audrey, sin más, para los admiradores).
Hoy confieso una irracionalidad muy útil para mis días rojos: abrir un libro de fotografías, de los que traje de Italia alguna vez, dedicado a Pier Paolo Pasolini. Y mirar las imágenes, sin más. Me proporciona un inmenso confort intelectual saber que existió Pier Paolo Pasolini. ¿Es irracional, esto? Sí. Ante todo, es estético.
Y, dependiendo del grado de rojez del día, puede que relea aquellos versos extraídos del final de un poema de "Poesía en forma de rosa". Por cierto, los que recita Orson Welles en "La ricotta":


Yo soy una fuerza del pasado.
Sólo en la tradición está mi amor.
Vengo desde las ruinas, desde las iglesias,
los retablos de altar, desde los pueblos
abandonados sobre los Apeninos o los Prealpes
donde vivieron mis hermanos.
Doy vueltas por la Tuscolana como un loco,
por la Appia, como un perro sin amo.
O miro los crepúsculos, las mañanas
sobre Roma, sobre la Ciociaria, sobre el mundo,
como los primeros actos de la Poshistoria
a los que asisto, por un privilegio del registro civil,
desde el borde de alguna edad
sepultada. Monstruoso es nacer
de una mujer muerta.
Y yo, feto adulto, doy vueltas y revueltas,
más moderno que todos los modernos
buscando hermanos que ya no existen.


Y el día, háganme caso, se encauza.

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