miércoles, 25 de febrero de 2015

MARIO BENEDETTI, ESE COMPAÑERO DISCRETO

Si tuviese que agradecer a Mario Benedetti (MB) todo lo que le debo, desde el punto de vista creativo y de mi educación sentimental... no sabría por dónde empezar. Mario Benedetti es como un compañero de viaje tranquilo, culto pero colega, que sabe crear ese clima intelectual adecuado que cada día agradezco más. Alejado de los egos revueltos de otros (gracias, Juan Cruz, por la expresión), sus poemarios, sus libros de relatos, sus novelas y sus obritas de teatro me han acompañado siempre, aunque no siempre sean bien mirados por todos (por su aparente sencillez o "dificultosa sencillez", como me gusta llamarla; por sus ideas, etc.).
Comencé a divulgar mis poemillas tras apuntarme a una lista de distribución de admiradores de MB de este lado del mar y de aquel lado, y conservo algunas amigas de aquellos tiempos, todo un lujo.
De MB me atrae, como digo, su modo de ser y de estar, ya desde "Sólo mientras tanto". ¿Se puede uno quedar igual cuando lee, en el primero de los poemas de este primer libro, "Ésta es mi casa / aquí sucedo, aquí / me engaño inmensamente"? Imposible.
Hoy quiero recordarle por uno de sus libros iniciales, "Poemas de la oficina" (conectado íntimamente con"Montevideanos" o "La tregua", en narrativa). El tono de pequeñez existencial que se desprende me es especialmente afín, por eso quiero releerlo. Recuerdo, a modo de ejemplo, su poema "El nuevo". Feliz día, amig@s. 


EL NUEVO

Viene contento
el nuevo
la sonrisa juntándole los labios
el lápizfaber virgen y agresivo
el duro traje azul
de los domingos
Decente
un muchachito.
Cada vez que se sienta
piensa en las rodilleras
murmura sí señor
se olvida
de sí mismo.
Agacha la cabeza
escribe sin borrones
escribe escribe
hasta
las siete menos cinco.
Sólo entonces
suspira
y es un lindo suspiro
de modorra feliz
de cansancio tranquilo.
Claro
uno ya lo sabe
se agacha demasiado
dentro de veinte años
quizá
de veinticinco
no podrá enderezarse
ni será
el mismo
tendrá unos pantalones
mugrientos y cilíndricos
y un dolor en la espalda
siempre en su sitio.
No dirá
sí señor
dirá viejo podrido
rezará palabrotas
despacito
y dos veces al año
pensará
convencido
sin creer su nostalgia
ni culpar al destino
que todo
todo ha sido
demasiado
sencillo.

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