jueves, 20 de agosto de 2015

Intuiciones desde el fondo de una jarra de cerveza

Se acaba de publicar en Tribuna Andaluza. (http://opinion2.tribunandaluza.es/antonio-j-quesada.html). Sin embargo, el tiempo transcurrido desde que lo escribí hasta que se ha publicado hace que me dé la impresión de que el texto ha nacido como tirando a viejo (¿nos acordamos, ya, de la comparecencia que origina el texto?). Aquí lo recojo, en todo caso.





Intuiciones desde el fondo de una jarra de cerveza

Antonio J. Quesada

En la vida me han fallado bastantes de las salidas aquellas que planteaba Pio Baroja en “El árbol de la ciencia”, con más o menos profundidad y desgarro. Incluso alguna que no planteara Baroja, y a lo mejor algo de lo que a él le fallara a mí no me sucedió. Pero tampoco es plan de confesar las cosas completamente, que luego lo utilizan en tu contra, como pasa en los juicios penales. Así que aquí lo dejamos, no entro en detalles. En plata: que a lo largo del camino, las cunetas de la vida se llenaron de diversos tipos de cadáveres, porque a lo mejor vivir era eso.
Y ahora que Málaga está en feria y hay que decir que es fantástica, que es la mejor del mundo y no sé qué más, para que la gente venga y pueda emborracharse a gusto, como cualquiera de los nativos que por aquí vegetamos, tengo todavía en mente las imágenes del Ministro del Interior explicándose en el Congreso de un modo que me hizo ruborizar las mejillas del alma. Los políticos de la escuadra contraria, porque esto parece una final deportiva, con hinchadas y todo eso, también intervinieron con interpretación de sonrojo ajeno, pero no nos engañemos: el que tenía que explicarse es el gestor, no el de enfrente. Hacer de oposición de la oposición, algo que en este país hacen todos y en todas las Administraciones, es de mediocres. Pero claro, este país tiene entre sus males la mediocridad: flotamos en ella y estamos todos marcados por ese estigma.
A ratos parezco de la Generación del 98: cuando tengo el Omeprazol a mano sigo completo el telediario y compruebo que me duele España. “España como problema”, se planteó un famoso transformista político alguna vez. “España es el problema”, dirán otros, porque de la mediocridad secular de este país tampoco se salvan los nacionalismos periféricos (esto no iba a ser exclusivo del nacionalismo español, obviamente). Flotamos en esa mediocridad todos, y nuestros representantes políticos son fiel reflejo de lo que socialmente somos (ya lo dijo Ortega en su día), por lo que incluso nuestros presuntos corruptos suelen ser presuntos corruptos mediocres. Me viene a la mente cierto dirigente latinoamericano capaz de utilizar un avión de la Fuerza Aérea estatal para ir a una capital iberoamericana a copular con una amante (razón de peso, donde las haya, para viajar). U otro capaz de pedirle un favor a Pinochet “de dictador a dictador” (logró el favor), de introducir en Estados Unidos, en la delegación oficial de su país, a Graham Greene y a Gabriel García Márquez, o de hablar con éste de “El otoño del patriarca” y confesarle que le había gustado mucho el libro, “porque los dictadores somos así, nos reflejas muy bien”. Qué grandeza en el ejercicio del mando poco democrático: ¡es tan literario!
Repito con frecuencia que lo bueno de pertenecer al Tercer Mundo es que, como creador, estoy en la gloria, pero esta triste piel de toro triste se caracteriza también por la mediocridad, y ni nuestros corruptos tienen grandeza. No se puede esperar: somos mediocres incluso en eso. Suelen ser nuevos ricos que se dedican a amontonar esos papelillos de colores llamados billetes, que hemos decidido que valen mucho, en sitios como Suiza, Andorra o no sé qué Islas del Caimán que se iba pa’la Barranquilla. España nunca vivió un verdadero Renacimiento al estilo italiano: por eso, no valoramos de esa manera la belleza y la clase como hacen allí (recordemos a Orson Welles en el Prater de Viena, con su reloj de cuco). A lo más que llegan nuestros próceres presuntos corruptos es a comer en restaurantes más caros, a comprar joyas llamativas, a hacer algún viaje pagado o, eso sí, a practicar el Plan Renove con la pareja, cambiando a la señora de su edad por una joven generalmente teñida, normalmente operada y en todo caso con ínfulas.
Mi experiencia me asegura que las ideas me han fallado en la vida con frecuencia, pero las intuiciones nunca, aunque no deba decirlo, pues suena poco científico. “A los niños les da por perseguir / el mar dentro de un vaso de ginebra”, cantaba Sabina. Hoy yo he encontrado algunas intuiciones en el fondo de una jarra de cerveza. A lo mejor las expongo otro día.

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