lunes, 24 de julio de 2017

BARCELONA, 1992

Era yo jovencito cuando todo aquello de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Era bastante más niño cuando Samaranch (joseantoniano y catalán universal; en ese orden, cronológicamente hablando) abría un sobre y decía aquello de "a la ville du... Barcelona" y todos saltábamos (no solamente Maragall) y no sé qué más. Éramos tan felices.
Veinticinco años de todo aquello. De todo comienza a hacer ya muchos años, nos consta. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos que mirábamos a los lanzadores de jabalina, las chicas gimnastas, los nadadores y toda aquella tropa tan sana y atlética.
Cambiaron Barcelona para adecentarla y que toda ella se pudiese enseñar a las visitas, cargándose la memoria (la Patria) de tantas personas. Sucede siempre y con todo, pero unos Juegos Olímpicos son como una revolución: un acelerón que da la Historia.
A Vázquez Montalbán le robaron lo suyo, también, y se vengó en las novelas de Carvalho, que cada vez salía más de Barcelona porque aquello ya no era lo de antes (ya no gustaba enseñar a prostitutas maduras y de piernas varicosas que fumaban en la puerta de la mancebía; la miseria no gusta y huele mal: mejor una joven exageradamente rubia con cuerpo de gimnasio, pubis depilado, tatuajes estratégicos y que acepta tarjeta de crédito). En Málaga sucedió, y habrá quien sea capaz de recordar, debajo de la pizpireta Calle Camas, a la antigua "Calle Escama" que, con solo nombrarla, ya sabíamos de qué iba.
MVM dedicó a todo eso del olimpismo y no sé qué "Sabotaje olímpico", una novela no suficientemente entendida de la saga (ni siquiera por su hijo, que junto con "Roldán, ni vivo ni muerto" la considera menor; en ésta, que es una especie de pseudo-cómic para ser publicado en verano por el periódico, por entregas, estoy de acuerdo). Quizás porque volvía a aquello de la escritura subnormal, pero con un Carvalho que gozaba de un imaginario excesivamente sólido para eso (no era el de "Yo maté a Kennedy"). En todo caso, la releo con placer. A lo mejor ya toca, mira por dónde. Para recordar todo aquello y confirmar lo lejos que están todos esos montajes del espíritu olímpico.

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